En la época que vivimos, la información fluye a una velocidad vertiginosa y no todo es información veraz. La realidad es que fabricantes, empresas y lobbies usan la comunicación para modular la realidad y que así sirva a sus intereses. Esto, en el ámbito medioambiental, aumenta cada vez más.

“Reducción del CO2”, “huella de carbono”, “cambio climático”, “calentamiento global”, etc., son expresiones de nuestro día a día cuyo significado cambia drásticamente según los contextos. Por ejemplo, no es lo mismo afirmar que “los coches eléctricos son el futuro y debemos promocionar su uso por el bien de nuestros hijos”, que “todo el mundo habla los coche eléctricos, pero nadie dice lo que cuesta mantener y crear sus baterías”.

No me entendáis mal, la situación es muy preocupante, pero ¿qué os parecería si os dijera que promover la agricultura es uno de nuestros mayores retos contra el creciente aumento del CO2? Como un bosque, la agricultura tiene capacidad de absorber CO2. Entonces ¿Por qué oímos menos este tema que los demás? Por el aquí y ahora. Para algunos no es importante hablar de algo que no genera un beneficio inmediato, como la venta de un vehículo. Quién va hablar de plantar un bosque, si para que crezca deben pasar cien años.

El abandono progresivo de los combustibles fósiles ayuda decisivamente a frenar el cambio climático. Pero, según Greenpeace, no es, ni mucho menos, la única causa: “la ganadería es responsable de la emisión del 14,5% de los Gases de Efecto Invernadero (GEI), tanto como todos los coches, trenes, barcos y aviones juntos. Entre los gases emitidos se encuentran el CO2, pero especialmente el metano y el óxido nitroso, dos gases de efecto invernadero mucho más potentes que el CO2. Estos gases provienen de las emisiones directas, pero también de indirectas derivadas de un modelos dependientes del petróleo y de los plaguicidas y fertilizantes químicos que sustentan a la ganadería industrial. No podemos frenar el calentamiento global si no cambiamos el modo de producir y consumir carne y otros derivados animales.”

El problema tiene, pues, múltiples factores y así se debe abordar, globalmente, con soluciones que no sean una simple operación de marketing o un número en unos dividendos. El problema, si de verdad lo consideramos de futuro y no de presente, debe resolverse a largo plazo, con soluciones medioambientales integrales que no estén condicionadas por unos resultados económicos y redimientos empresariales que solo atienden el corto plazo.